sábado, 22 de julio de 2017

Los 3 tipos de “no” que debes aprender en la vida


Hay una buena razón por la que el “no” es una de las primeras palabras que aprendemos a pronunciar cuando somos pequeños. De hecho, los niños pasan por una fase de negativismo en la que suelen decir no a todo, por principio y sin valorar demasiados detalles. De esta forma reafirman su identidad. De hecho, descubrir la existencia del no y sus implicaciones es un gran acontecimiento para el niño ya que se da cuenta de que tiene derecho a decidir sobre su vida, aunque al inicio se trate solo de pequeñas decisiones. 

Aprender a decir no también es importante para mantener nuestro equilibrio emocional. La vida nos plantea continuamente nuevos caminos que podemos emprender, nos tienta con opciones que a veces no son las más adecuadas para nosotros. En esos casos, decir no implica ser capaces de mantenerse en el camino que nos hemos trazado, centrados en nuestros objetivos.

Además, en ciertas ocasiones decir no es la única manera que tenemos para defender nuestros derechos y mantener a raya a personas que están dispuestas a vulnerar nuestra libertad, apropiándose de nuestro tiempo y actuando como auténticos vampiros emocionales

En el ámbito profesional, manejar el arte de las negativas también es fundamental, sobre todo para que no nos sobrecarguen con tareas que no nos pertenecen y para no asumir compromisos que no podemos llevar a buen término. Obviamente, debemos aprender a decir no respetando a los demás y manteniendo buenas relaciones.

Establecer límites también es una expresión de amor propio


1. El “no” rotundo

En algunas ocasiones encontrarás a personas que te proponen planes o hacen peticiones para las cuales conoces perfectamente tu respuesta: un no rotundo. Cuando tienes una decisión muy clara y sabes que lo que te están pidiendo o proponiendo no es para ti porque puede hacerte daño o vulnera tus valores, no temas a dar un no categórico.

Es cierto que decir no es complicado, pero debes recordar que si algo no te gusta y puede lastimarte de alguna manera o hacerte sentir mal, no tienes por qué hacerlo. De hecho, a veces decir no es una expresión de amor propio, de respeto hacia uno mismo.

Establecer límites no es negativo, es la expresión de una persona que sabe lo que quiere y que conoce perfectamente hasta dónde está dispuesta a llegar. Por otra parte, un no sincero, en vez de dar largas, también es una expresión de respeto hacia la otra persona ya que así le ahorraremos tiempo y le permitiremos reorientar rápidamente su búsqueda. Si no estamos dispuestos a hacer algo, es mejor decirlo inmediatamente.

2. El “no” a medias

No siempre es necesario decir que no, pero a veces no estamos dispuestos a llegar tan lejos como demanda la otra persona. De hecho, este tipo de situaciones son muy comunes en nuestra vida cotidiana y, a la larga, como terminamos cediendo, son las principales responsables de que nos involucremos en proyectos o relaciones que en realidad no nos apetecían.

En ese caso, puedes ofrecer un no a medias. Es decir, puedes decirle a esa persona que estás dispuesto a ayudarle en determinados aspectos pero no en otros, que puedes satisfacerla solo hasta cierto punto, pero que no estás dispuesto a ir más allá. 

Puedes aprovechar ese momento para indicar exactamente cuáles son tus límites y condiciones. A la otra persona le debe quedar clara tu postura respecto a su petición, para que después no reclame lo que no te comprometiste a hacer.

Otra posibilidad que brinda un no a medias es la negociación. Por ejemplo, es posible que no estés de acuerdo con la demanda inicial pero si la otra persona cambia algunos detalles, podrías ceder. De hecho, se trata de una estrategia muy asertiva ya que de esta manera todos ganan.

3. El “no”, quizá más tarde

Si algo no te interesa, es mejor decirlo inmediatamente. De esta manera somos sinceros y respetuosos con la otra persona. Sin embargo, hay ocasiones en que simplemente no estamos dispuestos a aceptar determinada propuesta, al menos en ese momento, pero podríamos hacerlo más tarde.

En ese caso, lo más conveniente es no dejarse presionar y dejar claro que en ese momento no estamos disponibles, pero quizá más adelante podríamos involucrarnos en el proyecto o satisfacer la demanda. Vale aclarar que no se trata de darle largas al asunto porque no tenemos el coraje de dar un no rotundo, sino de dejar claro que nos interesa el tema porque no tenemos tiempo.

Por ejemplo, una persona puede proponerte un proyecto profesional muy interesante pero tus problemas personales actuales o un proyecto que te consume mucho tiempo te impide aceptarlo. En ese caso, la propuesta realmente te interesa pero no te puedes comprometer inmediatamente. Lo más conveniente para ambas partes es pactar un plazo de tiempo prudencial, pasado el cual darás tu respuesta definitiva.

¿Por qué somos reacios a decir no?


- Porque tenemos miedo a ser vistos como una persona de mente cerrada y rígida ya que en nuestra sociedad se ha asociado el sí a una mayor flexibilidad y apertura, cuando en ocasiones solo esconde una profunda falta de carácter.

- Porque es un hábito que aprendimos de niños, cuando pensábamos que decir sí implicaba obtener la aprobación de los demás, sobre todo de los padres, que se enfurecían ante nuestras negativas.

- Porque tenemos miedo a quemar los puentes que dejamos detrás y cerrarnos una vía de escape que podría sernos útil en el futuro.

- Porque tenemos miedo a la reacción de los demás o a herirlos con nuestra negativa pues pensamos que no la encajarán bien.

- Porque nos preocupa que nos tachen de egoístas cuando en realidad solo estamos defendiendo nuestro derecho a establecer límites que nos protejan.

Sin embargo, decir que no es un derecho, sobre todo si las otras personas pretenden disponer de nuestro tiempo y recursos a su voluntad. De hecho, a veces decir no es una cuestión de supervivencia psicológica, no de egoísmo. Un no sincero también es una forma de demostrar respeto por la persona, y siempre es preferible a dar un sí y luego no cumplir la palabra dada teniendo que recurrir a excusas.

Las 3 reglas de oro para dar una negativa


1. Sé amable pero firme. Si decides dar una negativa, a la otra persona debe quedarle clara. Para ello no es necesario que seas desagradable, puedes decir que no con un tono amable y declinar cualquier invitación o propuesta con una sonrisa en los labios.

2. Explica brevemente tus razones. No inventes excusas ni divagues demasiado porque parecerá que te sientes culpable, limítate a explicar brevemente el por qué de tu negativa. Las personas se sienten mejor cuando reciben una razón.

3. Sé humilde. Dar una negativa no debe hacer que te sientas culpable, pero tampoco te debe empoderar. Di no con humildad, sin pretender que eres mejor o más capaz que la persona que está pidiendo tu ayuda.

EL LADO POSITIVO DEL SILENCIO

Para hacerse oír, a veces hay que cerrar la boca


EL LADO POSITIVO DEL SILENCIO 


Hay un momento para hablar y otro para callar, un momento para dar razones y otro para la reflexión, un momento para reclamar con firmeza nuestros derechos y otro para esperar pacientemente. Hablar más no siempre es mejor. A veces, para hacerse oír, es necesario aprender a callar, saber manejar el silencio, siendo conscientes de que la comunicación radica en transmitir un mensaje, y que en ocasiones no decir nada puede expresar más que mil palabras.

El rol activo del silencio en la comunicación


Georges Clemenceau dijo “manejar el silencio es más difícil que manejar la palabra”. El silencio es una poderosa herramienta de comunicación que puede desempeñar un rol más activo que las palabras, siempre que se sepa usar con inteligencia y en el momento adecuado.

Cuando aprendes a manejar el silencio:

- Comunicarás mejor. Muchos de nosotros hablamos demasiado. Todos, de vez en cuando, somos culpables de acaparar una conversación con una verborrea innecesaria y a veces hasta contraproducente, sobre todo cuando queremos convencer a alguien. Sin embargo, aunque puede resultar paradójico, recurrir más al silencio te permitirá lograr que tu mensaje sea más claro y contundente. 

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- Escucharás de verdad. En nuestra sociedad, el silencio puede resultar embarazoso, sobre todo en algunos contextos, por lo que queremos evitarlo a toda costa. De esta manera, en vez de escuchar lo que expresa nuestro interlocutor, gran parte de nuestro cerebro ya está pensando en la respuesta que daremos a continuación. En cambio, el silencio te permitirá centrarte de verdad en lo que la otra persona está diciendo, además de prestar atención a su comunicación no verbal, lo cual te permitirá extraer más información y comprender mejor lo que está sucediendo.

Resultado de imagen para comunicacion- Lograrás tu objetivo con mayor rapidez. La meta final de la comunicación debe ser compartir información y tomar una decisión, no ganar. En ese caso, el silencio no solo es útil para minimizar el ruido que pueden generar las palabras vanas sino que también puede acelerar la resolución del conflicto.



Resultado de imagen para comunicacion- Mostrarás más empatía y respeto. Una vez que expongas tus argumentos, lo más inteligente es callar y dejar que la otra persona exprese sus puntos de vista. Mantenerte en silencio es una señal de respeto y una demostración de empatía. 

- Promoverás la reflexión. No es necesario responder inmediatamente. Es mejor guardar silencio para pensar en tu respuesta. De hecho, un proverbio hindú afirma que “cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio”. El silencio también sirve para indicarle a la otra persona que no tienes nada más que decir, lo cual puede hacer que reflexione sobre tus argumentos, mientras que seguir discutiendo solo podría llevaros a un callejón sin salida.

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